Entrevista a Walter Pengue
Por Julián Maradeo
El profesor de
E: ¿Por qué, mayormente, se suele estimar los problemas que los agroquímicos pueden causar en los humanos a través de estudios sobre los anfibios?
Walter Pengue: Porque los anfibios son, si se quiere, son mucho más susceptibles a los procesos vinculados al uso de agroquímicos y generalmente esto se extrapola. Yo en todo lo que tenga que ver con este tipo de estudios y con la salud no puedo emitir opinión porque no soy experto en el tema.
E: ¿Cuáles son las características de lo que usted llama la nueva ‘Revolución Verde’?
WP: La nueva Revolución Verde es este nuevo modelo biotecnológico que está promovido por algunas grandes empresas a escala mundial y que tiene al uso de los organismos genéticamente modificados como su principal estrella. Simplemente, lo que termina haciendo es promover un uso más intensivo de ciertos recursos. En algunos casos son herbicidas, como sucede con el glifosato, en otros casos será generar características insecticidas de la propia planta, esto hace que de alguna manera la planta actúe como un mismo insecticida dentro el sistema. De esta manera, los insectos se harán mucho más resistentes más rápidamente de lo que lo hacían antes o incluso en algunos casos, como sucede con las malezas, se hacen tolerantes, lo que hace que utilicemos cada vez más agroquímicos para poder controlarlos. Esta es una situación que involucra esta segunda revolución.
Por otro lado tenemos todo lo que tiene que ver desde el punto de vista social. Esta es una agricultura que en realidad no necesita de agricultores. Ya se lleva la situación a una escala, por eso se ha llamado agricultura industrial, donde de alguna manera el sistema rural como tal se quiebra para poner simplemente al suelo como una gran fábrica, como algunos pretenden llamarlo. Pero hay que notar que es una fábrica sin obreros, sin trabajadores. Con máquinas, que transforman parte de estos productos en productos alimenticios que no sé de qué tan buena calidad pueden ser.
E: ¿Cómo es el nuevo sujeto agrario?
WP: Un empresario de unos 35, 40 años, con formación agronómica que puede ser ingeniero agrónomo o técnico agrónomo o muy vinculado a la agricultura. Una persona que no vive en el establecimiento rural, sino en pueblos y particularmente en ciudades, que se acerca a los espacios de producción en mucha menor cuantía de lo que lo hacía un agricultor que estaba más vinculado. Esto en relación al actor agrario que hoy en día maneja el sistema productivo como uno lo ve en la región pampeana. Pero hay otro, que resiste, que es el típico chacarero nuestro, o pequeño productor, que trata de sobrevivir en ese contexto. Un contexto en el que se enfrenta a pooles de siembra, a situaciones de alto flujo de dinero, mayor al que los pequeños productores están acostumbrados. Diría que hay como dos líneas. Un agricultor que todavía resiste, inclusive en los jóvenes, y hay otros que pretenden mostrar el éxito al estilo de un darwinismo agropecuario, que en Argentina empieza a tener una historia bastante importante en términos bastante importante puesto que también existe el darwinismo agropecuario.
E: ¿Hay independencia en la esfera científica para investigar estos temas?
WP: Creo que desde que la presidenta descubrió que la soja era un yuyo y que generó esa discusión, de alguna manera se abrió el escenario en la ciencia que dijo ‘bueno, si la presidenta critica la soja, ahora es un buen negocio investigar los impactos de la soja’. A partir de ahí aparecieron un montón de investigadores, que tendrían que haberlo hecho 15 ó 20 años atrás y no lo hicieron. Hoy creo que es mucho más fácil hablar críticamente del modelo rural porque el Gobierno de alguna manera está enemistado con el campo, que cuando uno reflexionaba en los años ’90 sobre el impacto que iba a tener este modelo. Creo que hay una falta de seriedad en algunos investigadores que encontraron en esto una alternativa para descubrir lo que se tendría que haber descubierto mucho antes. Pongo un ejemplo: el glifosato se conoce desde los años ’80, ¿Por qué institutos como el Conicet o facultades como la de agronomía no se dedicaron a investigar sus impactos, cuando en buena parte del mundo esto se viene desarrollando? En la investigación no creo que estemos por delante del tren, sino en el furgón de cola.
E: ¿Le sorprendió lo ocurrido con Andrés Carrasco y su investigación?
WP: Quizá yo, tal como hice con mis libros, hubiera intentado publicarlo antes y no informarlo previamente, porque lo que sucede es que lamentablemente en cualquier situación de este tipo en particular, el lobby científico, que protege estos intereses de las biotecnológicas, son muy poderosos. Lamentablemente, lo que sucedió es que ese paper no pudo ver la luz justamente por esta cantidad de procesos relacionados con esta triste situación, que no es hacer ciencia con conciencia y preocupación, sino simplemente el poder de lobby de un grupo sobre un pequeño grupo que se decide a investigar.
E: ¿Están en riesgo la soberanía alimentaria y la biodiversidad?
WP: Para el caso de Argentina creo que el país tiene diversidad, todavía tiene con qué enfrentar muchas situaciones. Si usted me dijera ‘¿qué está pasando en la región pampeana con los transgénicos?’. Yo creo que si el país se decidiera tanto política como productivamente puede reconvertirse rápidamente y hasta convertirse en un productor orgánico. Que haya producido transgénicos hoy en día no significa que esté todo contaminado. No usaría la palabra contaminación con los cultivos transgénicos, son simplemente cultivos que han sido creados y manipulados en parte por el hombre, que hoy día están en producción. A nivel de los riesgos en la región pampeana no hablaría de eso, simplemente que pueden ser desplazados y que el mercado se abriría para otras instancias y la misma gente demandara otras cosas, algo que lamentablemente no está sucediendo.
Por otro lado, está el gran potencial que tienen los modelos agroecológicos de producción, modelos de producción orgánica que tienen que apuntar hacia el consumo local. Lo que creo que está pasando es que Argentina perdió el rumbo en la visión vinculada a la soberanía alimentaría, que implica que nosotros pensemos que toda nuestra gente coma, y coma bien, y luego como gran país que Argentina es en término de sus recursos por supuesto que puede generar enormes cantidad de excedentes exportables de altísima calidad. Por lo cual en lugar de estar recibiendo el valor que está recibiendo hoy por el valor de una tonelada de soja, reciba muchísimo más por una buena tonelada de productos orgánicos y diversos que también se pueden colocar en el mundo. Por supuesto, que implica una mucho mayor dedicación y logística que la confortabilidad que significa poner una tonelada de granos adentro de un barco. Necesitamos que nuestra Cancillería, que nuestras embajadas operen en beneficio del país tejiendo redes de promoción de nuestros productos de buena calidad, que hacia el mercado interno se apunte al consumo de productos locales y se aseguren las cadenas de comercialización. Que las cadenas de comercialización no estén manos de estos grandes traders o supermercados que hoy día operan de la manera que quieren atentando contra los precios de sustentabilidad de los agricultores pequeños y medianos. Hay un montón de cuestiones en las cuales el Estado como tal debería poner su mano y su control y hoy en día no lo está haciendo. Hay que observar que cuando uno quiere operar sobre los cambios en los precios, por ejemplo de la leche, se intenta negociar con grandes productores, con grandes grupos, en lugar de con pequeños grupos y facilitar su supervivencia. Cualquier decisión estatal estratégica, en ese sentido, lo único que hace es lograr que desaparezcan agricultores. Esta es una visión que hay que tener muy en claro en términos de la decisión de políticas agrarias que necesitamos tener rápidamente
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